viernes, 1 de febrero de 2008

El Capítulo de Marines Espaciales de los Lobos Espaciales (I)

Les dejo aqui uno de los mejores textos sobre los lobos espaciales, a mi me encanta, cuenta detalles sobre el capitulo que son realmente interesantes, como todas las historias escritas vienen a ilustrarnos un poco sobre el trasfondo del capitulo. Fuente http://es.games-workshop.com/warhammer40k/razas/marines/codicium/lobos1.asp
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Desde la creación del Imperio, los Lobos Espaciales han luchado con uñas y dientes por la causa del Emperador. Su nombre y sus acciones son conocidos de punta a punta de la galaxia. Son uno de los capítulos más famosos del Adeptus Astartes. Los Lobos Espaciales, tan tercos como feroces, son expertos en el combate cuerpo a cuerpo y sus guerreros compiten sanamente por la gloria sobre el campo de batalla. Los Lobos Espaciales viven para luchar y la muerte no les causa el más mínimo temor.

Orígenes

Las piedras angulares del credo imperial se explican en más de cien mil mundos. Aunque los detalles varían, todo el mundo sabe que, hace milenios, el Emperador de la Humanidad caminó sobre la faz de la Tierra. Sus magníficas proezas unificaron la raza del Hombre en lo que fue una edad de oro espiritual y las leyendas sobre su grandeza se han explicado en toda la galaxia durante un centenar de siglos. Las bóvedas del Librarium Sanctus contienen esta y muchas otras verdades, sagradamente custodiadas por los bibliotecarios del Adeptus Astartes desde el nacimiento del Imperio. Una de las leyendas más conocidas y respetadas de todas es la que se centra en la creación de los primarcas.

En el punto álgido de sus poderes, el Emperador era prácticamente omnipotente. Pero ni tan solo él podía estar físicamente en todas partes al mismo tiempo, ni su cegador rayo de luz podía iluminar todos los rincones oscuros de la galaxia. Por este motivo, el Emperador creó a los primarcas: hijos nacidos de su propia sangre sagrada, cada uno un parangón de la Humanidad que superaba al resto de los humanos en todos los aspectos. Cada uno de estos primeros nacidos vino al mundo como un líder, un guerrero cuyo poder era templado por su serenidad y por su sabiduría.

No existe ninguna información fidedigna sobre cómo se diseminaron los primarcas tan rápidamente por toda la galaxia. La teoría más aceptada actualmente sostiene que los primarcas fueron esparcidos por los confines más alejados de la galaxia cuando todavía seguían incubándose en su estado naciente en los laboratorios de la Luna. La única certeza que podemos extraer con seguridad de este misterio es que, a continuación, el Emperador utilizó la simiente genética de los primarcas perdidos como plantilla para crear una especie genéticamente diseñada de superhombres: los Marines Espaciales.

Cada uno de estos guerreros potenciados era varias veces más poderoso que un soldado humano corriente y fue con estas tropas de elite con las que el Emperador se propuso unificar la galaxia. Creó numerosas legiones Astartes a imagen y semejanza de su primarca. Los Lobos Espaciales se convertirían en una de las más grandes.

A un lejano y gélido mundo llamado Fenris, en el remoto noroeste de la galaxia, llegó uno de los infantes primarcas. Dada la dureza del clima en ese mundo, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que un ser inferior habría muerto de manera casi inmediata. Parece que es muy probable que el primarca fuera adoptado por una loba fenrisiana (el propio Leman Russ mencionó su parentesco lupino en más de una ocasión). Se cree mayoritariamente que los lobos que acompañaban a Russ (Freki y Geri) eran sus hermanos de manada originales y que llegaron a la madurez prácticamente al mismo tiempo.

La saga de Gnauril, La Ascensión del Rey Lobo, describe la historia de un crudo Invierno Infernal en que el joven primarca se unió a su manada en una incursión contra un asentamiento cercano a esta. Corrió hacia el pueblo a cuatro patas, con una manada de lobos aullando detrás de él; se abrió camino hasta el almacén del pueblo y cerró las mandíbulas sobre unos grandes pedazos de carne en salazón. Los lobos fueron atacados por los habitantes del pueblo antes de que pudieran llevar los despojos a sus hambrientas proles y el primarca luchó con una ferocidad sin límites para permitir escapar a sus compañeros lupinos. Los pueblerinos no habían visto nada igual, así que pidieron a su señor, el Rey Thengir de Russ, que les librara de aquella amenaza. Una semana después, el rey envió una partida de caza "con flechas envenenadas con veneno de dragón y cuchillos tan afilados que podían atravesar la corteza de un roble".

Gran parte de la manada del primarca murió como consecuencia del ataque, atravesada por las lanzas y las flechas de los cazadores. Incluso la venerable loba que defendía a su camada fue empalada por la garganta, aunque acabó con la vida de cinco cazadores antes de sucumbir por fin a sus flechas envenenadas. Con todo, el niño lobo consiguió salvarse agachándose tras el cadáver de la loba. Mientras gruñía, se debilitaba poco a poco porque el veneno afectaba lentamente a su constitución de hierro y las flechas dentadas se le clavaban como alfileres en su cara y en su espalda. El niño lobo fue atado y amordazado con las tripas y los tendones de los cadáveres de su manada y fue arrojado ante el mismísimo Rey Thengir.

La saga prosigue con todo lujo de detalles y explica el primer contacto del primarca con la realeza de Fenris:

"Hacia el anochecer, quitaron la mordaza al hombre lobo y el rey pidió a la criatura que implorase por su vida como un perro. La extraña bestia se irguió hasta su altura máxima y soltó un rugido tan largo y tan fuerte que algunos de los hombres más jóvenes tuvieron que abandonar la sala. La criatura de mirada enfurecida lanzó un escupitajo de sangre y de veneno al Rey Thengir mientras le miraba con los ojos brillantes de orgullo real".

A lo largo de los años siguientes, el niño lobo fue cuidado por el rey en persona. Se le enseñó a blandir un hacha de batalla, a pescar y, poco después, a hablar. El primarca crecía con rapidez y absorbía los conocimientos a un ritmo increíble. También demostró una aptitud innata para el armamento, además de no tener rival en el combate sin armas. Propenso a rugir con una risa atronadora o a vociferar canciones sin armonía, el primarca se dio cuenta, poco a poco, de que tenía más de humano que de lobo y de que era mejor que cualquier otro. Cuando Russ logró desarmar al campeón de la guardia del rey de sus dos hachas de batalla durante su tercera sesión de entrenamiento, Thengir se dio cuenta de que el joven estaba llamado a la gloria. El primarca pronto habló con una poderosa elocuencia y, una noche, el Rey Thengir decidió que ya era merecedor de recibir un nombre verdadero.

Así fue cómo realmente nació Leman Russ.

Mucho de lo que sabemos de los primeros años de Leman Russ es fruto de los rumores y de las leyendas, pues su fama se difundió rápidamente por el planeta. Las leyendas de Fenris le citan como un hombre capaz de arrancar un árbol del suelo y partirlo por la mitad sobre su nuca, de enfrentarse a los ejércitos de los enemigos del rey y hacer que echen a correr sin sufrir un rasguño y de derribar a un mamut fenrisiano con las manos desnudas y comérselo entero para cenar. Tras la muerte de Thengir, no hubo discusión sobre quién sería el sucesor. El Rey Leman Russ ocupó su puesto en el trono.

Cada víspera del Eterno Invierno, en los salones de El Colmillo, la fortaleza monasterio de los Lobos Espaciales, los sacerdotes rúnicos rememoran con gran detalle la saga de Leman Russ. Cada uno de los Lobos Espaciales se sabe el mito de memoria y la leyenda se transmite del solemne sacerdote al ingenuo aprendiz con la mayor de las reverencias. De este modo, la saga de Leman Russ ha sobrevivido hasta nuestros días.

Debido a su tradición oral, la leyenda que se explica a continuación jamás ha sido escrita de ninguna forma por los Lobos Espaciales. No obstante, la introducción clandestina de un vocorregistrador en el Banquete del Errante por parte del Inquisidor Chalfont, invitado a la mesa de Cormack Lengua de Lobo, ha proporcionado a los eruditos imperiales la siguiente transcripción:

"Y así aconteció que Russ se alzó como rey de todo Fenris; su juicio era tan fuerte como el branzo de su espada y su autoridad era indiscutible.

Ningún hombre ni ninguna bestia podía igualar al Rey Lobo.

Ninguna tribu podía resistir la fuerza de sus ejércitos.

En el reino de Russ había una tregua entre el hombre y el lobo. A su corte acudían los más feroces señores de la guerra y las más hermosas doncellas. Las gestas sobre sus poderosas conquistas se propagaron como el fuego en un bosque y los ojos de la Tierra no tardaron en fijarse en sus proezas.

Tal era la fama de Russ y tan grandes sus hazañas, que el Sagrado Emperador de la Tierra puso rumbo a Fenris para encontrarse con el Rey Lobo.

En lo más profundo de su alma, sabía que tan poderoso guerrero tenía que ser uno de sus hijos verdaderos. También sabía que Russ no se doblegaría a su mando sin ser derrotado en combate.

El Emperador estaba seguro de su propio poder y sabía que ese desafío no supondría ningún esfuerzo para él. ¿Quíen podría competir con un dios viviente? ¿Quién podría mantenerse firme ante la presencia del Rey de la Humanidad?

Así fue como las grandes naves voladoras del Emperador viajaron al centro del mar de las estrellas y aterrizaron sobre la fría superficie de Fenris pocos años después de la ascensión al trono de Russ.

El Emperador, cubierto con una túnica larga y sencilla, entró en la corte del Rey Leman Russ. Llegó a través de la boca bostezante de una caverna situada en el sur de Fenris. Su aura divina estaba oculta a los ojos curiosos de la corte del rey y su increíble energía psíquica se disimulaba con runas de disfraz y de confusión. Llevaba la mitad de la cara cubierta por las sombras de su capucha y en las manos sostenía el bastón de roble del peregrino.

Pero, para un ojo atento y agudo, su naturaleza era clara, pues los grandes lobos de Fenris se apartaban para dejar paso a aquel extraño.

Leman Russ estaba recostado sobre su trono de roble, con una jarra de buen hidromiel en una mano y la pata asada de un oso en la otra.

Freki y Geri, los Hermanos Lobos, estaban enroscados sobre sus pies desnudos y un gran charco de sangre relucía a la luz de las antorchas en la base del trono.

La corte había estado cazando y no se tomó muy bien la interrupción de su banquete.

El peregrino se acercó a la nudosa madera del trono y a su gigantesco ocupante y se quedó plantado mirando fijamente el lugar desde el que Russ presidía el banquete.

La corte quedó en silencio cuando el gruñido del Rey Lobo hizo retumbar los muros con el eco.

Freki reaccionó enseñando sus dientes. Geri, viejo más allá de lo imaginable, demostró ser más sabio que su hermano, pues el extraño respondía a la mirada de su amo sin pestañear.

Fue entonces cuando el desconocido propuso su desafío. Sería el rey quien decidiría la naturaleza de la competición.

Si vencía, el extraño no pedía nada excepto que se le permitiese beber a la derecha de Russ durante el banquete.

Los gritos de la casa del rey resonaron contra los escudos colgados del techo y todos los presentes compartieron su risa ante tan ridícula petición.

Russ le dijo al peregrino que, si no lograba vencer, debería servir a las órdenes del rey por un año. El extranjero aceptó sombríamente.

El Rey Lobo no quería estropear un buen banquete, así que su primer desafío fue una competición de comida.

La comida fue servida en grandes escudos de latón y, en efecto, el extraño comió bien, pues consumió sin pausa varias veces más que los guerreros más corpulentos. Pero, cuando levantó la mirada de su bandeja, Russ estaba acabando con su tercer uro.

Los enormes huesos rojos estaban apilados a su alrededor y no se podía ver ni un resto de carne. Con un atronador eructo, Russ sonrió al peregrino. Sus colmillos relucían rojos a la luz de las antorchas. El extraño bajó la mirada.

Pero el rey disfrutaba con aquel deporte. Se percató de que el viajero de la capucha marrón tenía el espíritu de un fenrisiano, así que desafió al visitante a una competición de bebida.

El segundo concurso empezó con el estentóreo soplido de un cuerno. Pero, cuando el peregrino había alcanzado el sexto barril de potente hidromiel fenrisiano, ya no quedaba nada más que beber.

El Rey Lobo había acabado con la bebida de todo el festín; había consumido suficiente bebida como para ahogar a una gran compañía entera.

Un destello de rabia apareció en los ojos del peregrino.

Si no le daban la oportunidad, ¿cómo podría probar su valía? Si todo lo que le ofrecían eran burlas y carcajadas de desprecio, ¿cómo podría abrazar a aquel guerrero, tan pegado a su hidromiel, como a su hijo perdido?

Decepcionado, el peregrino llamó a Leman Russ borracho y glotón y afirmó que lo único que sabía hacer era llenarse la panza y jactarse de su falsa grandeza.

Después de escucharse esas palabras, la corte quedó en silencio. Nadie se atrevió siquiera a respirar mientras el Rey Lobo se erguía hasta su máxima altura.

La carcasa ensangrentada de su comida cayó crujiendo a sus pies.

Russ desenvainó su espadón y se subió a la mesa de ceremonias mientras un gruñido surgía de su garganta.

El Rey Lobo consideró tranquilamente las consecuencias de su último desafío y su corte dio un paso atrás al unísono para dejarle espacio.

El tiempo pareció detenerse cuando el Emperador de la Humanidad se despojó de su túnica. La capucha cayó de su cara y se reveló su auténtica forma.

Con una altura mayor que la de cualquier hombre presente, bañado en luz y envuelto en una barroca armadura dorada, el Dios Emperador se subió a la mesa. Su espada resplandeció al sacarla de su vaina con gemas incrustadas. Con un ruido que hizo estremecer los muros de la habitación, el Rey Lobo saltó y empezó la batalla entre las dos titánicas figuras.

El Emperador luchó con gracia y precisión; cada uno de sus actos era veloz como el fuego líquido y era imposible seguir con la vista el movimiento de su espada.

El Rey Lobo atacó con la fuerza de la pura rabia, templada tan solo por años de supervivencia gracias a su destreza e ingenio. El lustroso oro de la reluciente armadura de del Emperador reflejaba las danzas de las llamas de las antorchas y los ojos de un millar de espectadores. La piel del Rey Lobo brillaba por el sudor y por la sangre y su melena flotaba a su alrededor mientras rugía y aullaba.

La velocidad y la pasión del ataque de Russ (una perfecta fusión de coraje marcial y una concentración absolutamente perfecta) convencieron al Emperador de que se hallaba con toda seguridad ante uno de sus hijos perdidos. Lanzando un gancho con su puño de combate dorado a tal velocidad que se le desdibujó el brazo, el Emperador golpeó a Leman Russ en toda la cara.

(Según explican las notas que acompañan a la transcripción, llegado este punto de la grabación, todos los presentes gritaron grandes vítores. Esta parte de la leyenda parece ser causa de un gran regocijo entre la audiencia, ya que toda ella ha escuchado con anterioridad la historia y la conoce a la perfección.

Es buena prueba de la fortaleza de nuestro señor Russ el hecho de que, apenas una hora después, ya podía pensar con claridad. Russ se había recuperado rápidamente de un golpe que hubiera destruido a cualquier mortal y dio pocas muestras de sentir dolor de cabeza (aunque el hecho de haber ingerido increíbles cantidades de hidromiel fenrisiano pudo haber influido en eso). No importa. El caso es que, con una sonrisa ensangrentada que mostraba sus colmillos rotos, juró fidelidad al Emperador de la Humanidad.

Es bien sabido por los eruditos imperiales que, cuando tuvo pruebas de su origen, Leman Russ ofreció de todo corazón su espada al Emperador. Su enseñanza y su entrenamiento fueron rápidos; en cuestión de semanas, el Emperador ya consideró a Russ digno de dirigir sus ejércitos en la sagrada guerra a través de la galaxia. Leman Russ fue presentado a los guerreros que llevaban su impronta en sus propios genes y así se convirtió en padre, progenitor y Señor de los Lobos Espaciales del Adeptus Astartes.

Leman Russ se adaptó rápidamente a su papel como primarca de los Lobos Espaciales. Recibió el regalo de una excelente armadura bendecida tres veces por el propio Emperador. Su mandoble fue reemplazado por la legendaria Cuchilla Glacial Mjalnar, cuyos dientes fueron tallados a partir de las garras del Gran Kraken Gormenjarl y de cuya hoja se decía que podía partir en dos las montañas de hielo de Fenris. La Legión de los Lobos Espaciales aceptó al enorme Rey Lobo como primarca y líder sin vacilar y, en los años siguientes, sus componentes se convirtieron en hijos para Leman Russ.

Con el paso del tiempo, todos los primarcas se unieron a sus respectivas legiones. Las crónicas de aquellos días hablan de una edad dorada de conquistas y éxitos. Las fuerzas del Imperio eran imparables en su búsqueda por unificar la galaxia bajo la adoración del Dios Emperador. Russ siempre actuaba como punta de lanza en cada batalla y se abría camino en vanguardia, aniquilando a todos los que se le ponían delante. A lo largo de las numerosas y extensas batallas de la Gran Cruzada, los Lobos Espaciales y sus aliados lupinos siempre lucharon en primera línea de combate. Russ siempre iba al frente de sus legiones, descuartizaba a cualquiera que se atreviera a cruzarse en su camino y su llegada era anunciada por los aullidos de la manada.

El Capítulo de Marines Espaciales Lobos Espaciales (II)

La Herejía de Horus

Las acciones de Russ obtuvieron un éxito tan aplastante que sus conquistas lo llevaron hasta los confines más alejados de la galaxia, a muchos años luz del Segmentum Solar. Miles de mundos fueron reclamados en nombre del Emperador y parecía que la Era Dorada nunca terminaría. Hasta que, en un acto que dejaría su cicatriz en la galaxia hasta el fin de los tiempos, el primarca hermano de Russ, Horus, el progenitor de los Lobos Lunares, se apartó de la luz.

La Herejía de Horus fue un período de guerra total, una gran herida abierta en el Imperio en el despertar de la locura del Gran Mal. Los engaños y la traición de Horus embaucaron nada menos que a nueve legiones de Marines Espaciales, ya fuera por coacción, descarriamiento o pura corrupción.

Los Lobos Espaciales, pese a no estar presentes en muchas de las batallas finales en las que las fuerzas del Caos asediaron el palacio del Emperador, se vieron fuertemente involucrados en los inicios de la Herejía de Horus. Fue durante los desastrosos comienzos de aquella época cuando empezó un odio ancestral que ha durado milenios entre los Hijos de Russ y la Legión de Marines Espaciales de los Mil Hijos.

En contraposición a los Lobos Espaciales, los Marines de los Mil Hijos se habían fijado el objetivo del conocimiento y, en consecuencia, se puede aprender mucho de los tomos recuperados desde su caída. Incluso hay descripciones sobre la destrucción de la legión, la más notable de las cuales es la que se refiere a la caída de Prospero. Sea como sea, todas están teñidas por la amargura de la derrota. En estos textos pútridos se describe a los Lobos Espaciales de la peor manera imaginable. No obstante, con la cuidadosa integración de la leyenda de los Lobos Espaciales que retrata esta época y la sucesión de eventos que narran los textos de uno y otro capítulo, es posible componer una descripción bastante exacta de lo que propició realmente el odio ancestral entre estas dos legiones.

Magnus el Rojo era un gigante entre los hombres: su altura superaba con mucho incluso la de sus hermanos primarcas y su cabello y complexión eran de un rojo lívido. Lo más notable en su figura, no obstante, era el enorme ojo de cíclope incrustado profundamente en la frente del primarca; en lugar de dos ojos, como los hombres normales, Magnus tenía uno. Su fuerza se decía que rivalizaba con la de Russ, pero prefería invertir sus energías en explorar y aprender antiguos secretos arcanos antes que en practicar el arte de la guerra. Sus peculiaridades físicas nunca fueron tenidas en consideración por el resto de primarcas. Después de todo, Sanguinius estaba bendecido con alas y el propio Leman Russ lucía unos colmillos muy afilados. No obstante, el Rey Lobo temía que la mácula del Caos se hubiera alojado en el alma del gigante. Pero el Emperador hacía caso omiso de sus sospechas, pues Magnus era uno de sus propios hijos.

Cuando los sucesos que conducirían a la Herejía de Horus maduraron para producir sus terribles frutos, Magnus el Rojo envió un mensaje psíquico al Emperador. No ha quedado registrado el contenido de aquel mensaje, pero son varias las fuentes que especulan con la hipótesis de que se tratara de una advertencia sobre la traición de Horus. Aunque se dice que el contenido del mensaje era de gran importancia, el medio de enviarlo reveló inconscientemente la auténtica gravedad de las prácticas de los Mil Hijos. El Emperador se negó a creer que Horus, su hijo favorito, pudiera traicionarlo y reaccionó con furia ante la advertencia de Magnus. Cuando el primarca del pelo llameante estableció la conexión psíquica con el Emperador, este se quedó horrorizado ante el alcance de la investigación que había sumido a Magnus en artes blasfemas y heréticas. A los ojos del Emperador, los Mil Hijos habían investigado en exceso misterios que más valía dejar en paz, adentrándose así voluntariamente en la guarida de la bestia. Las explicaciones de Magnus no apaciguaron al Emperador y las peores sospechas de Russ se habían visto confirmadas. Debido a la insistencia de Russ, el Emperador se convenció de que el auténtico traidor era Magnus y no Horus. Aterrado, el Emperador ordenó a Russ que partiera inmediatamente rumbo al mundo natal de los Mil Hijos. El Rey Lobo reunió a sus legiones a su alrededor y se preparó, una vez más, para acudir a la guerra.

Prospero fue otrora la imagen de un auténtico paraíso. Grandes torres de hielo y marfil surcaban el paisaje y abundaban los bellos jardines y los lagos tranquilos. Russ creía que este revestimiento de civilización y cultura ocultaba unos turbios cimientos de maldad. A sus ojos, cualquier erudito, escriba y hechicero se había adentrado demasiado en el lodazal del Caos y había bebido en exceso de sus blasfemas aguas de conocimiento prohibido. No había otra opción; el Rey Lobo sabía que debía seguir las órdenes del Emperador al pie de la letra: acabar con los Mil Hijos.

Después de una prolongada e hiriente serie de bombardeos, las legiones del Rey Lobo cayeron sobre los habitantes de Prospero en una avalancha de furia aullante. La brutalidad y la ferocidad del ataque de los Lobos Espaciales les permitió abrirse paso hasta el corazón de la capital de Prospero, pero los Mil Hijos tenían suficiente presciencia como para preparar sus defensas finales. Cuando los Lobos Espaciales finalmente consiguieron abrirse paso descuartizándolo todo hasta llegar a la puerta de la ciudadela más grande, las legiones de Magnus el Rojo ya les esperaban.

La batalla que siguió se prolongó sin pausa día y noche. Los Lobos Espaciales luchaban con un fervor enfurecido y los Mil Hijos hacían lo mismo para salvar su mundo natal. Según todos los datos (aunque hay muy pocas cifras concretas), la guerra entre las legiones duró varios días y se cobró miles de vidas.

Finalmente, a pesar de toda su sabiduría, los Mil Hijos no pudieron resistir la furia de la legión entera de los Lobos Espaciales sobre el campo de batalla. En la vanguardia de las líneas de batalla de los Lobos Espaciales, dirigida por Jorin Garra Sangrienta, se encontraba la Decimotercera Gran Compañía. Eran los que podían adoptar la forma de lupino: sus almas bestiales podían transformarlos en espeluznantes hombres lobo en el fragor de la batalla. La estremecedora magnitud de la carnicería provocada por la Decimotercera Compañía abrió una enorme brecha en las líneas de los Mil Hijos y, poco después, los verdes pastos de Prospero se tiñeron de rojo con riachuelos de sangre. Los valientes guerreros de Magnus fueron exterminados lentamente, pero con firmeza, cediendo bajo el intenso fuego del asalto de los Lobos Espaciales. Aunque no temían por sus vidas, lucharon hasta el último suspiro para proteger sus conocimientos y su mundo natal.

La pérdida de todos y cada uno de los Marines Espaciales que allí murieron ha quedado registrada en el Lamento de Prospero y, pese a que su veracidad sea dudosa, se trata del único testimonio del terrorífico pacto del ciclópeo primarca.

"Magnus, empequeñecido en lo alto de su gran torre, contempló con agonía cómo los bárbaros Lobos de Russ despedazaban a sus hijos. Los aullidos de la manada resonaron en sus oídos, destruyendo su concentración, rompiendo sus defensas psíquicas y llevándolo al borde de la locura. Saltando de su trono de ébano, agitó sus brazos en el aire y rugió una plegaria de ayuda para salvar a su legión y a sus grandes obras. Como si algo maligno hubiese estado esperando la llamada del cíclope, el cielo se oscureció y el aire crepitó con electricidad. Magnus se vio imbuido de energía arcana y su silueta se encorvó debido a los malignos cambios que estaban sufriendo tanto su cuerpo como su alma. Contempló los parapetos de su ciudadela y el desolador paisaje de dolor ante sus ojos y gritó.

Cientos de los Hijos de Russ perdieron por completo su cordura bajo el efecto de los sortilegios de Magnus. Los cielos se abrieron con un crujido y unos rayos caleidoscópicos frieron una tras otra las escuadras de los salvajes Lobos Espaciales. El mismísimo suelo de Prospero se cubrió de manos de diez dedos cada una, similares a obscenos hongos, que agarraban por las piernas a los guerreros bestia. Pero, aun así, estos siguieron luchando sin que todo aquello les importara lo más mínimo, inmunizados por su espantosa sed de sangre contra los numerosos horrores que protegían las ciudadelas".

Puede asumirse que esta historia continúa, desde el punto de vista de los Lobos Espaciales, tal y como se relata en la leyenda La Guerra de los Gigantes, escrita por el Inquisidor Bastalek Grim (1087345.M4I/ 5586741.P12).

"Magnus el Rojo llegó al campo de batalla.

La tierra asolada se licuaba con sus poderosos ataques mientras abría un sangrante reguero de cadáveres entre las filas de los Lobos Espaciales, aplastándolo todo a su paso.

Allí donde posaba su mirada, incluso el más valiente colmillo largo se quedaba blanco y moría.

Su único globo ocular palpitaba en su frente con un brillo antinatural y tenía la roja melena de punta debido a la electricidad que crepitaba alrededor de su cuerpo.

Verdaderamente, se había convertido en una abominación a los ojos del Emperador.

Leman Russ emergió de lo más sangriento del combate cuerpo a cuerpo para interceptar al enloquecido gigante.

Mientras se giraba, Russ agarró a uno de los traidores por la garganta y lo arrojó contra la cara del gigante.

La mirada petrificadora de Magnus quedó bloqueada por un instante y, con una celeridad nunca vista, Russ cargó contra el titán carmesí.

Pero, a pesar del ataque, este no cayó.

El gigante se movió con mucha más velocidad de la que habría cabido esperar en un ser de tal tamaño y estampó su puñó en el pecho de Russ con la fuerza suficiente como para resquebrajar su coraza pectoral y clavar fragmentos de ceramita en el corazón de Russ.

Pero el Rey Lobo no se inmutó.

Aferrando el brazo de Magnus mientras este se inclinaba hacia atrás para asestar otro golpe, Russ se propulsó hasta la cara del gigante y le propinó un certero puntapié justo en el ojo.

El rugido de dolor de Magnus hizo temblar el aire y una espesa sangre negra empezó a caer de los cielos.

Russ aprovechó la oportunidad y agarró a su cegado adversario por la cintura. Levantando al cíclope del suelo con los dientes apretados en una mueca de dolor, el Rey Lobo le partió la espalda.

Al ver a su primarca derrotado, los Mil Hijos dieron media vuelta y huyeron.

Pero el cíclope se resistía a ser derrotado. Cuando Russ levantó su Cuchilla Glacial Mjalnar para asestar el golpe definitivo,

Magnus balbuceó una palabra de poder y se hundió en el suelo iridiscente".

Por lo que respecta a la conclusión de esta batalla épica, los textos varían radicalmente. Algunas fuentes aseguran que los hechiceros de los Mil Hijos abrieron un portal hacia la disformidad y se arrojaron a las fauces del Caos, prefiriendo esto antes que enfrentarse a la furia de los Lobos Espaciales. Otros afirman que, cuando escapó su enemigo, Leman Russ juró que destruiría hasta al último integrante de la legión. Otros dicen que todos los miembros de la legión traidora se convirtieron en fantasmas y que su diabólico patrón los protegió de todo daño.

Con todo, hay algunos datos seguros acerca de la huida de los Mil Hijos. No fueron destruidos y salvaron gran parte de sus conocimientos y de su literatura arcana. El propio Magnus no murió, ya que él y sus secuaces han asolado el Imperio durante miles de años desde aquel día. Además, sea como sea que escaparan, los lupinos se lanzaron en su persecución y desaparecieron de todos los informes imperiales a partir de aquel momento. Los Lobos Espaciales honran su desaparición con una piedra lisa en el Gran Annulus (véase Observaciones sobre El Colmillo por Erasmus Bosch, Inq.8726/M40) y la Decimotercera Compañía nunca ha sido reemplazada.

El Capítulo de Marines Espaciales Lobos Espaciales (III)

La desaparición de Russ

Una vez cada 1.000 años, el antiguo dreadnought Bjorn Garra Implacable es despertado de su letargo sin sueños. Reúne a todos los sacerdotes rúnicos del capítulo en torno a él, les recita de nuevo las antiguas sagas y pone a prueba sus recuerdos sobre sus ancestros. El siguiente texto es una transcripción directa del relato contado por Bjorn acerca de la desaparición de Russ, registrado por Vagnai Ravenmane en 7662/M35.

"El Festín de la Ascensión del Emperador se desarrollaba como siempre. Miles de los hijos del Emperador se habían reunido para celebrar su victoria final sobre el Gran Mal. Las antorchas que cubrían las paredes eran como estrellas en el cielo nocturno y nuestros espíritus se elevaban hacia las cúpulas. Los salones resonaban con las canciones y las risas. En el lugar de honor de la mesa, rodeado por sus amigos más íntimos, se sentaba el Rey Lobo en persona, Leman Russ.

El gran primarca se subió una vez más a la mesa de ceremonias de roble, la misma en la que libró una desesperada y titánica lucha por su vida y por su honor, siglos atrás, contra el Emperador. Una a una, las voces estridentes se apagaron. Los parlamentos de Russ eran legendarios.

Los segundos pasaron; luego, los minutos. El gran salón estaba silencioso como una tumba. Todas las miradas estaban clavadas en Russ.

Pero el primarca no mediaba palabra y su cuerpo estaba como congelado. Los que estábamos más cerca de él pudimos ver cómo tenía fijos sus grandes ojos amarillos en un punto vacío y cómo sus músculos de hierro estaban tensados con un espasmo. Lentamente, se levantó un murmullo en el anfiteatro natural del salón mientras sus guerreros se preguntaban en el nombre de Kraken qué podía estar sucediendo. ¿Se trataría de alguna broma? ¿Acaso nuestro carismático rey iba a rugir con una risotada atronadora para pedir, de repente, más cerveza? ¿Se trataba de algún tipo de desafío o tal vez de algo peor? No podíamos decirlo ni nos atrevíamos a preguntarlo.

De repente, Russ cayó pesadamente sobre sus rodillas produciendo un sonoro crujido que resonó en el salón antes de que se hiciese de nuevo el silencio. Se giró hacia sus seguidores más fieles y, con una voz que nadie más pudo oír (ni siquiera yo), les transmitió sus instrucciones. Con la cara marcada por la tristeza, se dirigió a la multitud y sus palabras graves se hundieron profundamente en el alma de cada uno de los Lobos Espaciales. Todos a una, Russ y su séquito dieron media vuelta y salieron a toda prisa del gran salón. Solo yo, el más joven de los favoritos del primarca, fui dejado atrás.

Desde ese momento, cada año preparábamos su puesto en el festín; cada año su cuerno era llenado de bebida por si volvía. Pasaron siete largos y dolorosos años y Russ no volvió a su hogar con nosotros. Fue un tiempo triste y muchos dicen que el peor Invierno Infernal de todos los tiempos rugía en el exterior de las murallas de los salones la noche en que los señores lobo tomaron su decisión. Si Russ no volvía a nosotros, nosotros iríamos en su busca. Elegido como gran lobo, conduje a los Lobos Espaciales en la búsqueda de nuestro progenitor. Así empezó la primera de las Grandes Cacerías.

Las compañías de los Lobos Espaciales subieron a sus naves y partieron en distintas direcciones hacia el Mar de las Estrellas. La leyenda de las batallas que libramos y los mundos que descubrimos es larga, demasiado larga salvo para la víspera del Eterno Invierno. Con todo, al final, nuestra búsqueda fue en vano y no obtuvimos más que cuentos y profecías vacías. Así terminó, con tristeza, la primera Gran Cacería.

No son desconocidos los casos en los que el espíritu de Russ otorga a un sacerdote rúnico una visión y habla directamente con su mente. Sus palabras son las palabras del propio Russ; es entonces cuando empieza una nueva Gran Cacería. Aunque nunca hemos tenido éxito en nuestro objetivo final, hemos cosechado muchas victorias y hemos realizado muchas grandes tareas en nombre de Russ. Y, al acabar, siempre nos quedamos con el consuelo de sus últimas palabras: al final volverá con nosotros; en la batalla final; en la Hora del Lobo...".

Mundo natal

Fenris es un planeta de dolor y dificultades, envuelto eternamente en un hielo atenazante o en un fuego abrasador. Se encuentra en el límite noroeste de la galaxia, peligrosamente cerca del Ojo del Terror, pero, aun así, sus habitantes permanecen puros. Desde el espacio parece que la inmensa mayoría de Fenris esté cubierta por agua congelada y que las exiguas masas terrestres floten como pequeñas islas de tierra helada sobre la nieve. De hecho, los eruditos imperiales a menudo se preguntan si, en los largos días del invierno fenrisiano, los océanos no se congelan por completo y cubren el planeta con un rígido manto blanco.

Un pequeño continente es la única área de tierra que se ha mantenido estable a lo largo de los años: el territorio de Asaheim, que se eleva en lo alto de la cresta del mundo. El planeta gira alrededor de su sol formando una elipse pronunciada. El resultado directo de esto es que el clima de Fenris varía del frío gélido durante la mayor parte del año hasta un calor insoportable en verano. Incluso cuando Fenris alcanza su perihelio, el continente principal sigue intacto, aunque continúan atravesándolo ríos de magma y lava abrasadora. Las placas tectónicas chocan, las montañas revientan y se abren gigantescas simas en la piel del planeta. A pesar de todo, entre las islas de hielo flotante a la deriva, sacudidas por feroces mareas, de algún modo los hombres de Fenris logran sobrevivir.

No solo los omnipresentes ataques de un clima cruel y siempre cambiante amenazan a la gente, sino también las especies nativas suponen una amenaza. Las presas (como las manadas de gigantescos alces fenrisianos, con sus majestuosas cornamentas afiladas como cuchillas de afeitar, o los inmensos mamuts, capaces de aplastar un cuerpo humano y reducirlo a pulpa) son verdaderamente peligrosas. No obstante, una observación detallada ha revelado que los depredadores de Fenris pueden considerarse entre los más feroces de la galaxia.

Viejos dragones y serpientes aladas surcan las corrientes térmicas que se generan sobre las islas flotantes y se reproducen en cuevas calentadas geotérmicamente. Las serpientes marinas y los krakens merodean por las profundidades como terribles leviatanes tentaculares cuya longitud puede llegar a ser de cientos de metros. El respetado Magos Biologis Anatole Leviticus ha teorizado sobre la hipótesis de que estos "krakens" (uno de los cuales se dice que fue cazado por Russ en persona) sean restos de una infructuosa invasión tiránida del pasado.

Grandes osos blancos, bestias furiosas con un peso equivalente al de un tiburón de hielo y prácticamente invisibles en una tormenta de nieve, pueden encontrarse vagando por la tundra helada y son perfectamente capaces de destrozar las paredes de los edificios más sólidos para alimentarse de sus sorprendidos ocupantes. No obstante, el depredador más peligroso de todos, uno tan avanzado que es conocido en toda la galaxia, es el lobo fenrisiano. Estos monstruos con piel de hierro pueden tener desde el tamaño de un caballo pequeño hasta el de un transporte de tropas blindado y están dotados de una astucia singular. Una breve serie de estudios demostró que sus mandíbulas pueden dejar marcas en el plastiacero. Quizá lo más aterrador de estas bestias es que viven en manadas, así que, cuando cazan, su presa tiene escasas posibilidades de escapar.

Dado que muchos Lobos Espaciales lucen los pellejos de estas crueles criaturas y han terminado con la vida de alguna de ellas sin más arma que las manos desnudas, se puede afirmar sin recelo que los guerreros de Fenris son poderosos. Nacidos en un mundo donde el peligro es omnipresente, solo los más fuertes sobrevivirán. Pocos mundos en toda la galaxia temen por la supervivencia de los Lobos Espaciales.

Organización

Desafiando el Codex Astartes, el capítulo de los Lobos Espaciales se divide en doce grandes compañías. Cada una de ellas está al mando de un señor lobo, que solo responde ante el gran lobo en persona (cargo ostentado durante los últimos ochocientos años por el famoso Logan Grimnar). Cada gran compañía posee su propio cuartel general o "guarida" en el interior de la fortaleza del Capítulo de los Lobos Espaciales, El Colmillo. Este edificio de acero de kilómetros de altura domina las montañas de Asaheim y se dice que es la fortaleza más segura del Imperio a excepción de las de la Tierra. El Colmillo cumple las funciones de cuartel general, catedral y fortaleza para cada una de las grandes compañías. Prácticamente, a todos los efectos, cada gran compañía es un cuerpo de tropas independiente, con su propio armamento, flota espacial, forjas, equipo y héroes ubicados en las profundidades de El Colmillo.

Estas grandes compañías toman muchas cosas de su señor lobo actual, incluyendo su nombre. Cuando el señor lobo muere en batalla, se escoge a otro para reemplazarlo, así que la compañía se reconstruye y se reorganiza. Esto proporciona una fluida estructura de mando en el interior del capítulo (la tasa de mortalidad de los Lobos Espaciales es alta, como no podía ser de otro modo dada su predilección por el combate cuerpo a cuerpo; no obstante, algunos señores lobo particularmente fuertes han celebrado su primer milenio). Cada señor lobo escoge un símbolo de la mitología de Fenris como sello personal y es este el que adorna el estandarte de la compañía.

La casa del gran lobo preside las doce grandes compañías. Esta casa comprende a todos los héroes más venerables del capítulo: los sacerdotes rúnicos, los sacerdotes de hierro, los sacerdotes lobo y los dreadnoughts. Su insignia siempre es la misma, el Lobo que Acecha las Estrellas, el sello personal del mismísimo Leman Russ.



El Capítulo de Marines Espaciales Lobos Espaciales (IV)

Simiente genética

La simiente genética de los Lobos Espaciales es tán única como letal. La espantosa potencia de la primera simiente genética implantada a un aspirante a Hijo de Russ es legendaria. Ha terminado con la vida de cientos de guerreros de Fenris y transforma a aquellos a los que no mata en monstruos terroríficos.

No obstante, la Hélice Canis es necesaria, ya que sin esta parte esencial de la herencia de Leman Russ no habría forma de implantar el resto de hélices genéticas. Por desgracia, el código genético de la Hélice Canis contiene una serie de aminoácidos no sintetizables por el cuerpo humano que tienen un efecto dramático en la fisonomía del potencial Marine Espacial. Los efectos de esta primera semilla única tienen lugar durante el adoctrinamiento del aspirante. Hacia el final, se le arroja a las montañas para que haga por su propio pie el camino de regreso a El Colmillo. Los genes producen terribles cambios en la mente y el cuerpo del guerrero, que regresa a un estado primario mientras sus huesos se rompen y soldan de nuevo; le sale un espeso pelo por todo el cuerpo y pasa a desear tan solo carne fresca para alimentarse y sangre caliente para beber. Su masa corporal aumenta hasta un ochenta por ciento, muchos de sus huesos se soldan entre sí y le crecen vestigios de colmillos animales en las encías a medida que se completa la transformación. Aunque su cuerpo está torturado por el dolor, el guerrero debe dominar a sus genes o estos le dominarán a él. Por todos es sabido que las noches en Fenris están plagadas de criaturas salvajes gigantes, conocidas como lupinos, seres que no lograron superar la maldición. Convertirse en un lupino no solo significa fallar, sino también convertirse en un verdadero monstruo.

Si el aspirante consigue encontrar el camino de vuelta a El Colmillo a través de los barrancos y glaciares plagados de hambrientos depredadores y azotados por gélidas ventiscas, se le implantará el resto de la simiente genética de los Lobos Espaciales, que estabilizará la Hélice Canis y completará su adoctrinamiento genético en las filas de los Hijos de Russ. De todos modos, una pequeña parte de los guerreros no logra sobreponerse completamente a los efectos de la primera simiente genética y, en situaciones de gran tensión, vuelve al estadio primitivo y sediento de sangre que ronda por su estructura genética como una aparición fantasmal. Esta es la Maldición de los Lupinos, un temor real en Fenris.

Creencias

Los guerreros de Fenris se crían escuchando historias de monstruos y héroes, de lobos que corren por los cielos y de bestias marinas del tamaño de planetas. Están orgullosos de su tradición narrativa y valoran una buena historia casi tanto como una buena pelea. La mitología de Fenris está llena de fábulas que explican las proezas de los héroes y muchas de sus leyendas giran en torno a los lobos de Fenris que merodean por Asaheim. Estas creencias paganas son miradas con desprecio por la Eclesiarquía, pero lo cierto es que los Hijos de Russ se niegan a abandonar sus creencias, incluso cuando sus colmillos son ya largos y tienen la piel curtida por el tiempo y arrugada por la vejez. La superstición está a la orden del día y los Lobos Espaciales acuden con frecuencia a la batalla adornados con tótems y talismanes para atraer la buena suerte y protegerse de los malos espíritus.

El elemento central de sus creencias es la figura de Leman Russ, a quien consideran más que un hombre y otorgan cualidades divinas. Los héroes son tenidos en gran consideración y ninguno más que su primarca, junto al que creen que volverán a luchar en la última batalla, en el fin del mundo.

Doctrina de combate

Las fuerzas de los Lobos Espaciales tienen una aproximación a la disciplina marcial muy diferente de la de sus hermanos Marines Espaciales. Existen distintos tipos de escuadras o "manadas" en cada gran compañía y cada una desempeña un papel diferenciado en combate. A medida que un Lobo Espacial progresa a lo largo de su vida, puede ascender de categoría hasta que sea viejo y sus colmillos sean largos. Si su fuerza y su valentía son indiscutibles, se le pedirá que se una a la guardia del lobo o incluso que se convierta en un señor lobo.

La mayoría de Lobos Espaciales comienzan su carrera como garras sangrientas, jóvenes impetuosos e irreflexivos que no pueden esperar a probarse a sí mismos y cargan en grupos aullantes contra las líneas enemigas en un esfuerzo por aumentar su gloria personal. Los garras sangrientas son las tropas de choque de los Lobos Espaciales y la punta de lanza en la mayoría de los asaltos. Si sobreviven, se convierten en guerreros maduros y capaces y se unen a las filas de los cazadores grises, guerreros templados por la batalla pero que no dudan en dar sus vidas en nombre del honor. Cuando los Lobos Espaciales son totalmente maduros, su pelo está gris y sus caninos son pronunciados; es probable que se conviertan en colmillos largos, soldados veteranos disciplinados y firmes incluso en el fragor de la batalla más intensa; de ser así, recibirán las armas pesadas de la compañía.

Los Lobos Espaciales más valientes y fuertes, tras demostrar su valor con alguna proeza de una bravura excepcional o de una resolución marcial, se pueden convertir en guardianes del lobo. La guardia del lobo puede conducir a las manadas de guerreros más inexpertos a la batalla o formar una escolta para el guerrero más poderoso del ejército, el señor lobo. Pocos pueden resistir el envite de estos heroicos guerreros equipados con el mejor equipo de la armería de la compañía, lo que los hace prácticamente imparables en combate cuerpo a cuerpo.

La doctrina de combate de los Lobos Espaciales no tiene nada que ver, por desgracia, con la organización de sus capítulos hermanos. Dado que viven por el honor de la batalla, es prácticamente seguro que cualquier Lobo Espacial joven abandonará una estructura táctica estándar en favor de un simple asalto frontal contra el enemigo mientras aúlla con todas sus fuerzas. Se sabe que esto ha irritado a muchos comandantes aliados de los Lobos Espaciales a lo largo de los milenios, incluido el Comandante Solar Macharius, que registró su famoso malestar en el Tactica Ultimatum:

"Los garras sangrientas de los Lobos Espaciales no solo se ponen en peligro a ellos mismos, sino que ponen en peligro las vidas de sus compañeros de armas. Si tantas ganas tienen de morir y no piensan hacer caso de las órdenes de sus superiores, lo mejor que podemos hacer es enviarlos derechos a la boca del lobo. Tan solo podemos desear que algunos de ellos queden atrapados entre sus fauces".

A pesar de todo, los Lobos Espaciales no son, de ningún modo, berserkers descontrolados. Sencillamente, como capítulo, confían en la eficacia del combate cuerpo a cuerpo por encima de cualquier otra táctica. Y lo cierto es que sus tácticas son innegablemente eficaces. Los Lobos Espaciales han luchado de una manera similar en cien mil campos de batalla desde que fueron creados y es poco probable que cambien ahora su forma de actuar solo para amoldarse a los preceptos del Administratum.

Grito de guerra

El grito de guerra de los Lobos Espaciales difiere según la gran compañía que lo emita. En cualquier caso, lo cierto es que, al lanzar un asalto, cada miembro eleva su voz con un aullido que hiela la sangre.



Space Wolves - Warhammer 40,000 Tribute

En una de mis búsquedas de You Tube encontré estos vídeos tributo al capitulo de los lobos espaciales, estan interesantes son una serie de imágenes musicalizados.
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