viernes, 1 de febrero de 2008

El Capítulo de Marines Espaciales de los Lobos Espaciales (I)

Les dejo aqui uno de los mejores textos sobre los lobos espaciales, a mi me encanta, cuenta detalles sobre el capitulo que son realmente interesantes, como todas las historias escritas vienen a ilustrarnos un poco sobre el trasfondo del capitulo. Fuente http://es.games-workshop.com/warhammer40k/razas/marines/codicium/lobos1.asp
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Desde la creación del Imperio, los Lobos Espaciales han luchado con uñas y dientes por la causa del Emperador. Su nombre y sus acciones son conocidos de punta a punta de la galaxia. Son uno de los capítulos más famosos del Adeptus Astartes. Los Lobos Espaciales, tan tercos como feroces, son expertos en el combate cuerpo a cuerpo y sus guerreros compiten sanamente por la gloria sobre el campo de batalla. Los Lobos Espaciales viven para luchar y la muerte no les causa el más mínimo temor.

Orígenes

Las piedras angulares del credo imperial se explican en más de cien mil mundos. Aunque los detalles varían, todo el mundo sabe que, hace milenios, el Emperador de la Humanidad caminó sobre la faz de la Tierra. Sus magníficas proezas unificaron la raza del Hombre en lo que fue una edad de oro espiritual y las leyendas sobre su grandeza se han explicado en toda la galaxia durante un centenar de siglos. Las bóvedas del Librarium Sanctus contienen esta y muchas otras verdades, sagradamente custodiadas por los bibliotecarios del Adeptus Astartes desde el nacimiento del Imperio. Una de las leyendas más conocidas y respetadas de todas es la que se centra en la creación de los primarcas.

En el punto álgido de sus poderes, el Emperador era prácticamente omnipotente. Pero ni tan solo él podía estar físicamente en todas partes al mismo tiempo, ni su cegador rayo de luz podía iluminar todos los rincones oscuros de la galaxia. Por este motivo, el Emperador creó a los primarcas: hijos nacidos de su propia sangre sagrada, cada uno un parangón de la Humanidad que superaba al resto de los humanos en todos los aspectos. Cada uno de estos primeros nacidos vino al mundo como un líder, un guerrero cuyo poder era templado por su serenidad y por su sabiduría.

No existe ninguna información fidedigna sobre cómo se diseminaron los primarcas tan rápidamente por toda la galaxia. La teoría más aceptada actualmente sostiene que los primarcas fueron esparcidos por los confines más alejados de la galaxia cuando todavía seguían incubándose en su estado naciente en los laboratorios de la Luna. La única certeza que podemos extraer con seguridad de este misterio es que, a continuación, el Emperador utilizó la simiente genética de los primarcas perdidos como plantilla para crear una especie genéticamente diseñada de superhombres: los Marines Espaciales.

Cada uno de estos guerreros potenciados era varias veces más poderoso que un soldado humano corriente y fue con estas tropas de elite con las que el Emperador se propuso unificar la galaxia. Creó numerosas legiones Astartes a imagen y semejanza de su primarca. Los Lobos Espaciales se convertirían en una de las más grandes.

A un lejano y gélido mundo llamado Fenris, en el remoto noroeste de la galaxia, llegó uno de los infantes primarcas. Dada la dureza del clima en ese mundo, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que un ser inferior habría muerto de manera casi inmediata. Parece que es muy probable que el primarca fuera adoptado por una loba fenrisiana (el propio Leman Russ mencionó su parentesco lupino en más de una ocasión). Se cree mayoritariamente que los lobos que acompañaban a Russ (Freki y Geri) eran sus hermanos de manada originales y que llegaron a la madurez prácticamente al mismo tiempo.

La saga de Gnauril, La Ascensión del Rey Lobo, describe la historia de un crudo Invierno Infernal en que el joven primarca se unió a su manada en una incursión contra un asentamiento cercano a esta. Corrió hacia el pueblo a cuatro patas, con una manada de lobos aullando detrás de él; se abrió camino hasta el almacén del pueblo y cerró las mandíbulas sobre unos grandes pedazos de carne en salazón. Los lobos fueron atacados por los habitantes del pueblo antes de que pudieran llevar los despojos a sus hambrientas proles y el primarca luchó con una ferocidad sin límites para permitir escapar a sus compañeros lupinos. Los pueblerinos no habían visto nada igual, así que pidieron a su señor, el Rey Thengir de Russ, que les librara de aquella amenaza. Una semana después, el rey envió una partida de caza "con flechas envenenadas con veneno de dragón y cuchillos tan afilados que podían atravesar la corteza de un roble".

Gran parte de la manada del primarca murió como consecuencia del ataque, atravesada por las lanzas y las flechas de los cazadores. Incluso la venerable loba que defendía a su camada fue empalada por la garganta, aunque acabó con la vida de cinco cazadores antes de sucumbir por fin a sus flechas envenenadas. Con todo, el niño lobo consiguió salvarse agachándose tras el cadáver de la loba. Mientras gruñía, se debilitaba poco a poco porque el veneno afectaba lentamente a su constitución de hierro y las flechas dentadas se le clavaban como alfileres en su cara y en su espalda. El niño lobo fue atado y amordazado con las tripas y los tendones de los cadáveres de su manada y fue arrojado ante el mismísimo Rey Thengir.

La saga prosigue con todo lujo de detalles y explica el primer contacto del primarca con la realeza de Fenris:

"Hacia el anochecer, quitaron la mordaza al hombre lobo y el rey pidió a la criatura que implorase por su vida como un perro. La extraña bestia se irguió hasta su altura máxima y soltó un rugido tan largo y tan fuerte que algunos de los hombres más jóvenes tuvieron que abandonar la sala. La criatura de mirada enfurecida lanzó un escupitajo de sangre y de veneno al Rey Thengir mientras le miraba con los ojos brillantes de orgullo real".

A lo largo de los años siguientes, el niño lobo fue cuidado por el rey en persona. Se le enseñó a blandir un hacha de batalla, a pescar y, poco después, a hablar. El primarca crecía con rapidez y absorbía los conocimientos a un ritmo increíble. También demostró una aptitud innata para el armamento, además de no tener rival en el combate sin armas. Propenso a rugir con una risa atronadora o a vociferar canciones sin armonía, el primarca se dio cuenta, poco a poco, de que tenía más de humano que de lobo y de que era mejor que cualquier otro. Cuando Russ logró desarmar al campeón de la guardia del rey de sus dos hachas de batalla durante su tercera sesión de entrenamiento, Thengir se dio cuenta de que el joven estaba llamado a la gloria. El primarca pronto habló con una poderosa elocuencia y, una noche, el Rey Thengir decidió que ya era merecedor de recibir un nombre verdadero.

Así fue cómo realmente nació Leman Russ.

Mucho de lo que sabemos de los primeros años de Leman Russ es fruto de los rumores y de las leyendas, pues su fama se difundió rápidamente por el planeta. Las leyendas de Fenris le citan como un hombre capaz de arrancar un árbol del suelo y partirlo por la mitad sobre su nuca, de enfrentarse a los ejércitos de los enemigos del rey y hacer que echen a correr sin sufrir un rasguño y de derribar a un mamut fenrisiano con las manos desnudas y comérselo entero para cenar. Tras la muerte de Thengir, no hubo discusión sobre quién sería el sucesor. El Rey Leman Russ ocupó su puesto en el trono.

Cada víspera del Eterno Invierno, en los salones de El Colmillo, la fortaleza monasterio de los Lobos Espaciales, los sacerdotes rúnicos rememoran con gran detalle la saga de Leman Russ. Cada uno de los Lobos Espaciales se sabe el mito de memoria y la leyenda se transmite del solemne sacerdote al ingenuo aprendiz con la mayor de las reverencias. De este modo, la saga de Leman Russ ha sobrevivido hasta nuestros días.

Debido a su tradición oral, la leyenda que se explica a continuación jamás ha sido escrita de ninguna forma por los Lobos Espaciales. No obstante, la introducción clandestina de un vocorregistrador en el Banquete del Errante por parte del Inquisidor Chalfont, invitado a la mesa de Cormack Lengua de Lobo, ha proporcionado a los eruditos imperiales la siguiente transcripción:

"Y así aconteció que Russ se alzó como rey de todo Fenris; su juicio era tan fuerte como el branzo de su espada y su autoridad era indiscutible.

Ningún hombre ni ninguna bestia podía igualar al Rey Lobo.

Ninguna tribu podía resistir la fuerza de sus ejércitos.

En el reino de Russ había una tregua entre el hombre y el lobo. A su corte acudían los más feroces señores de la guerra y las más hermosas doncellas. Las gestas sobre sus poderosas conquistas se propagaron como el fuego en un bosque y los ojos de la Tierra no tardaron en fijarse en sus proezas.

Tal era la fama de Russ y tan grandes sus hazañas, que el Sagrado Emperador de la Tierra puso rumbo a Fenris para encontrarse con el Rey Lobo.

En lo más profundo de su alma, sabía que tan poderoso guerrero tenía que ser uno de sus hijos verdaderos. También sabía que Russ no se doblegaría a su mando sin ser derrotado en combate.

El Emperador estaba seguro de su propio poder y sabía que ese desafío no supondría ningún esfuerzo para él. ¿Quíen podría competir con un dios viviente? ¿Quién podría mantenerse firme ante la presencia del Rey de la Humanidad?

Así fue como las grandes naves voladoras del Emperador viajaron al centro del mar de las estrellas y aterrizaron sobre la fría superficie de Fenris pocos años después de la ascensión al trono de Russ.

El Emperador, cubierto con una túnica larga y sencilla, entró en la corte del Rey Leman Russ. Llegó a través de la boca bostezante de una caverna situada en el sur de Fenris. Su aura divina estaba oculta a los ojos curiosos de la corte del rey y su increíble energía psíquica se disimulaba con runas de disfraz y de confusión. Llevaba la mitad de la cara cubierta por las sombras de su capucha y en las manos sostenía el bastón de roble del peregrino.

Pero, para un ojo atento y agudo, su naturaleza era clara, pues los grandes lobos de Fenris se apartaban para dejar paso a aquel extraño.

Leman Russ estaba recostado sobre su trono de roble, con una jarra de buen hidromiel en una mano y la pata asada de un oso en la otra.

Freki y Geri, los Hermanos Lobos, estaban enroscados sobre sus pies desnudos y un gran charco de sangre relucía a la luz de las antorchas en la base del trono.

La corte había estado cazando y no se tomó muy bien la interrupción de su banquete.

El peregrino se acercó a la nudosa madera del trono y a su gigantesco ocupante y se quedó plantado mirando fijamente el lugar desde el que Russ presidía el banquete.

La corte quedó en silencio cuando el gruñido del Rey Lobo hizo retumbar los muros con el eco.

Freki reaccionó enseñando sus dientes. Geri, viejo más allá de lo imaginable, demostró ser más sabio que su hermano, pues el extraño respondía a la mirada de su amo sin pestañear.

Fue entonces cuando el desconocido propuso su desafío. Sería el rey quien decidiría la naturaleza de la competición.

Si vencía, el extraño no pedía nada excepto que se le permitiese beber a la derecha de Russ durante el banquete.

Los gritos de la casa del rey resonaron contra los escudos colgados del techo y todos los presentes compartieron su risa ante tan ridícula petición.

Russ le dijo al peregrino que, si no lograba vencer, debería servir a las órdenes del rey por un año. El extranjero aceptó sombríamente.

El Rey Lobo no quería estropear un buen banquete, así que su primer desafío fue una competición de comida.

La comida fue servida en grandes escudos de latón y, en efecto, el extraño comió bien, pues consumió sin pausa varias veces más que los guerreros más corpulentos. Pero, cuando levantó la mirada de su bandeja, Russ estaba acabando con su tercer uro.

Los enormes huesos rojos estaban apilados a su alrededor y no se podía ver ni un resto de carne. Con un atronador eructo, Russ sonrió al peregrino. Sus colmillos relucían rojos a la luz de las antorchas. El extraño bajó la mirada.

Pero el rey disfrutaba con aquel deporte. Se percató de que el viajero de la capucha marrón tenía el espíritu de un fenrisiano, así que desafió al visitante a una competición de bebida.

El segundo concurso empezó con el estentóreo soplido de un cuerno. Pero, cuando el peregrino había alcanzado el sexto barril de potente hidromiel fenrisiano, ya no quedaba nada más que beber.

El Rey Lobo había acabado con la bebida de todo el festín; había consumido suficiente bebida como para ahogar a una gran compañía entera.

Un destello de rabia apareció en los ojos del peregrino.

Si no le daban la oportunidad, ¿cómo podría probar su valía? Si todo lo que le ofrecían eran burlas y carcajadas de desprecio, ¿cómo podría abrazar a aquel guerrero, tan pegado a su hidromiel, como a su hijo perdido?

Decepcionado, el peregrino llamó a Leman Russ borracho y glotón y afirmó que lo único que sabía hacer era llenarse la panza y jactarse de su falsa grandeza.

Después de escucharse esas palabras, la corte quedó en silencio. Nadie se atrevió siquiera a respirar mientras el Rey Lobo se erguía hasta su máxima altura.

La carcasa ensangrentada de su comida cayó crujiendo a sus pies.

Russ desenvainó su espadón y se subió a la mesa de ceremonias mientras un gruñido surgía de su garganta.

El Rey Lobo consideró tranquilamente las consecuencias de su último desafío y su corte dio un paso atrás al unísono para dejarle espacio.

El tiempo pareció detenerse cuando el Emperador de la Humanidad se despojó de su túnica. La capucha cayó de su cara y se reveló su auténtica forma.

Con una altura mayor que la de cualquier hombre presente, bañado en luz y envuelto en una barroca armadura dorada, el Dios Emperador se subió a la mesa. Su espada resplandeció al sacarla de su vaina con gemas incrustadas. Con un ruido que hizo estremecer los muros de la habitación, el Rey Lobo saltó y empezó la batalla entre las dos titánicas figuras.

El Emperador luchó con gracia y precisión; cada uno de sus actos era veloz como el fuego líquido y era imposible seguir con la vista el movimiento de su espada.

El Rey Lobo atacó con la fuerza de la pura rabia, templada tan solo por años de supervivencia gracias a su destreza e ingenio. El lustroso oro de la reluciente armadura de del Emperador reflejaba las danzas de las llamas de las antorchas y los ojos de un millar de espectadores. La piel del Rey Lobo brillaba por el sudor y por la sangre y su melena flotaba a su alrededor mientras rugía y aullaba.

La velocidad y la pasión del ataque de Russ (una perfecta fusión de coraje marcial y una concentración absolutamente perfecta) convencieron al Emperador de que se hallaba con toda seguridad ante uno de sus hijos perdidos. Lanzando un gancho con su puño de combate dorado a tal velocidad que se le desdibujó el brazo, el Emperador golpeó a Leman Russ en toda la cara.

(Según explican las notas que acompañan a la transcripción, llegado este punto de la grabación, todos los presentes gritaron grandes vítores. Esta parte de la leyenda parece ser causa de un gran regocijo entre la audiencia, ya que toda ella ha escuchado con anterioridad la historia y la conoce a la perfección.

Es buena prueba de la fortaleza de nuestro señor Russ el hecho de que, apenas una hora después, ya podía pensar con claridad. Russ se había recuperado rápidamente de un golpe que hubiera destruido a cualquier mortal y dio pocas muestras de sentir dolor de cabeza (aunque el hecho de haber ingerido increíbles cantidades de hidromiel fenrisiano pudo haber influido en eso). No importa. El caso es que, con una sonrisa ensangrentada que mostraba sus colmillos rotos, juró fidelidad al Emperador de la Humanidad.

Es bien sabido por los eruditos imperiales que, cuando tuvo pruebas de su origen, Leman Russ ofreció de todo corazón su espada al Emperador. Su enseñanza y su entrenamiento fueron rápidos; en cuestión de semanas, el Emperador ya consideró a Russ digno de dirigir sus ejércitos en la sagrada guerra a través de la galaxia. Leman Russ fue presentado a los guerreros que llevaban su impronta en sus propios genes y así se convirtió en padre, progenitor y Señor de los Lobos Espaciales del Adeptus Astartes.

Leman Russ se adaptó rápidamente a su papel como primarca de los Lobos Espaciales. Recibió el regalo de una excelente armadura bendecida tres veces por el propio Emperador. Su mandoble fue reemplazado por la legendaria Cuchilla Glacial Mjalnar, cuyos dientes fueron tallados a partir de las garras del Gran Kraken Gormenjarl y de cuya hoja se decía que podía partir en dos las montañas de hielo de Fenris. La Legión de los Lobos Espaciales aceptó al enorme Rey Lobo como primarca y líder sin vacilar y, en los años siguientes, sus componentes se convirtieron en hijos para Leman Russ.

Con el paso del tiempo, todos los primarcas se unieron a sus respectivas legiones. Las crónicas de aquellos días hablan de una edad dorada de conquistas y éxitos. Las fuerzas del Imperio eran imparables en su búsqueda por unificar la galaxia bajo la adoración del Dios Emperador. Russ siempre actuaba como punta de lanza en cada batalla y se abría camino en vanguardia, aniquilando a todos los que se le ponían delante. A lo largo de las numerosas y extensas batallas de la Gran Cruzada, los Lobos Espaciales y sus aliados lupinos siempre lucharon en primera línea de combate. Russ siempre iba al frente de sus legiones, descuartizaba a cualquiera que se atreviera a cruzarse en su camino y su llegada era anunciada por los aullidos de la manada.

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